Por Pablo Emilio Buitrago Rugeles
Llegó frente a aquel Ser de Luz
Intensa que parecía absorto en la contemplación del infinito.
— "Maestro, ha llegado mi turno de nacer y estoy lista para emprender el viaje", le dijo sin ocultar el entusiasmo que le invadía.
— "Maestro, ha llegado mi turno de nacer y estoy lista para emprender el viaje", le dijo sin ocultar el entusiasmo que le invadía.
El Dador de Vida bajó la mirada
para examinar aquella pequeña chispa que titilaba de una manera extraña y con
voz serena le contestó: "He estado pensando que tal vez no sea bueno
enviarte a ese mundo". La chispa disminuyó un poco su titileo, pero luego
volvió a la actitud de antes. El Dador continuó: "No es que no estés preparada
ni que no sea este tu tiempo, pero no estoy seguro de que valga la pena".
"¡Claro que vale la pena,
Maestro! ¡Me están esperando!", casi gritó la chispa, moviéndose impacientemente
de un lado para el otro.
— "Quiero advertirte que los
humanos malgastan el tiempo, desperdician la vida. En realidad no creo que la
valoren" — manifestó el Ser de Luz Intensa, sin inmutarse por el evidente
afán de su interlocutora.
— "No creo que pueda generalizarse,
Maestro. En mis preparativos los he estado observando y sé que también hay muchos
que aprecian cada minuto y han aprendido a encontrarle un sentido a la vida.
Recuerda que también ellos son creadores de sentido", repuso con
convicción la pequeña chispa.
"Es cierto lo que
dices", continuó el Ser de Luz Intensa, "pero incluso hay quienes
profanan lo más sagrado y con su violencia destruyen el milagro de la vida. Es
triste cuando ves que una obra de arte sucumbe ante la irracionalidad y la barbarie".
"Tú sabes, Maestro"
—interpeló la chispa, ya más tranquila— "que entre los humanos también hay
creadores de belleza y muchos héroes anónimos que, aún en condiciones adversas,
conservan su dignidad y no ceden ante el camino fácil de la violencia. Es más
difícil darle un abrazo al enemigo, que darle un golpe. Pero esos héroes
anónimos ya están poblando el mundo y necesitan tiempo. Por ellos y por muchos
más debo estar allí".
— "¿Qué me dices de la
ingratitud de los humanos? ¿Acaso quieres llevarles regalos? ¿Piensas que te lo
van a agradecer? Es mejor que te desengañes. Ellos desconfían de los regalos y
cuando los reciben, piensan que aún es poco y se sienten robados. Nadie aprecia
la riqueza que tiene y menos si es un obsequio".
— "¡Qué bueno que lo recuerdas,
Maestro, porque tú también me has enseñado que la mayor satisfacción de quien
regala está en el hecho mismo de dar, sin esperar nada a cambio! Llegaré con
abundantes regalos. Algunos los recibirán con alegría, otros con desdén, pero
igual me sentiré feliz. Lo que cada quien haga con sus dones será su decisión".
— "¡Vaya! Veo que has
aprendido muy bien la lección; pero mira que son tiempos difíciles, te vas a
encontrar con muchos obstáculos..."
— "Pero también con muchas
oportunidades, Maestro".
— "...con mucha injusticia..."
— "Pero también con mucha
solidaridad y generosidad indescriptibles..."
— "...con mucho odio y dolor..."
— "Pero también con alegría
y amor. Y el amor, Maestro, es capaz de sanarlo todo". El Dador de Vida
guardó silencio por un momento. Miró de nuevo a la chispa que seguía titilando
emocionada. Levantó el rostro para contemplar otra vez el infinito, y por fin
dijo: "Veo que todos los horrores del mundo y los defectos de la humanidad
no podrán hacerte desistir de la idea de nacer. Sólo me queda colmarte de
bendiciones para que las compartas con quienes vas a visitar”. La pequeña luz
fulguraba de felicidad. Por fin, el Ser Supremo la despidió diciéndole:
— "Aquí, eres la chispa de
la esperanza. Allá, ¿cómo te llamarás?"
— "Año Nuevo, Maestro".
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