Por Pablo Emilio Buitrago Rugeles
TERCERA PALABRA
Tema: Encuentro
“¿Juan? ¿Está segura?” –Lo estoy, respondió la
mujer. “¿19, 26, 27?” –Así es, dijo ella con firmeza. “¿Cómo lo supo?” –Una
revelación, añadió ella sin titubear. El director guardó silencio. Al fondo, se
escuchaba la algarabía de los pequeños que corrían en el patio del orfanato. El
director habló de nuevo: "Hace siete años llegó a nuestra institución un
bebé. Fue el único sobreviviente del accidente en el que fallecieron todos los
miembros de su familia. Ajustada a la muñeca derecha tenía una manecilla, pero
en lugar del nombre traía escrita una cita bíblica. Nadie más supo del asunto,
hasta hoy que usted lo menciona”. Las risas de los pequeños llenaron otra vez
la pausa de la conversación. La mujer suspiró y contó su historia. –Hace siete
años perdí a mi único hijo. Era un bebecito sano. Nunca entendí la causa de su
muerte, pero no dejé de dar gracias a Dios por la breve alegría que trajo a
nuestro hogar. De un tiempo para acá, he tenido un sueño recurrente en el que
veo a un niño que corre a mis brazos con una cintilla impresa, atada a su
muñeca. No sabía lo que eso significaba hasta el día que llegó una Biblia a mis
manos y leí los Evangelios. Allí encontré la cita de Juan 19, 26-27, la misma
que aparece en mi sueño y lo comprendí todo. Supe que era un llamado y desde
entonces he estado buscando a ese niño.– La mujer calló. El director tomó la
Biblia de su escritorio y leyó la frase de Jesús en la cita del evangelista: “Mujer, he ahí a tu hijo; hijo, he ahí a tu
madre”.
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