lunes, abril 02, 2007

Cuentos breves de las Siete Palabras - 5

. lunes, abril 02, 2007



Por Pablo Emilio Buitrago Rugeles

QUINTA PALABRA
Tema: Vida

Sintió el aire del ventilador en el rostro y abrió los ojos. Las aspas del aparato colgado del techo se movían como brazos intentando espantar el sofoco de la tarde.
-¿Cómo se siente?
Giró la cabeza hacia la voz y encontró el rostro amable de la doctora.
-Bien, supongo… Respondió dubitativo, mientras intentaba poner en orden sus ideas.
-Ha dormido largo tiempo y todos sus signos están bien, le dijo la doctora con tono de parte médico.
-Entonces…
-¡Es asombroso!, interrumpió la doctora: Estuvo siete días perdido en el desierto, sin una gota de agua a su alcance y ni siquiera tiene señales de deshidratación ¿Cómo es posible?
-Se lo diré, si promete no tomarme por desquiciado.
-No podría hacerlo, señor Rossi. Sé que usted es un distinguido arqueólogo que tiene fama por su rigor científico. Estoy segura que cualquier cosa que me diga estará bien sustentada.
-Pues esta vez, la única prueba es mi palabra, porque no tengo más evidencias. A menos que yo mismo sea una prueba viviente, por los exámenes que usted me ha hecho.
-Lo es. Usted es la evidencia de algo extraordinario, que no logro explicar. Dígame qué pasó.
-En realidad, no estuve siempre solo en el desierto. Después del primer día, cuando sentía la arena en mi boca reseca y estaba a punto de desfallecer, sólo atiné a decir “Dios mío, sálvame” y apareció esta mujer.
-¿Mujer? ¿Cuál mujer?
-Me dijo que era la Samaritana que había dado de beber a Jesús en el pozo de Jacob.
-¡Pero esa es una historia bíblica, señor Rossi, y ocurrió hace miles de años!
-Lo sé, lo sé. No crea que yo no me sorprendí al verla en ese lugar desolado con una tinaja en sus manos y luego, al escuchar su historia.
La doctora guardó silencio y espero que Rossi continuara.
-Lo primero que hice fue aceptar el líquido que me ofrecía de su tinaja y sentir que un elixir de vida inundaba mi cuerpo. Me dijo que no me preocupara, que no volvería a sentir sed.
-¿Por qué apareció allí? ¿Cuál es esa historia que ella le contó?, preguntó ahora la doctora con algo de impaciencia por conocer más detalles.
-Esto fue lo que me dijo: Cuando Jesús pronunció en la cruz de su suplicio las palabras “Tengo Sed”, ella escuchó su llamado. Entonces volvió al pozo de Jacob y emprendió un largo viaje desde las tierras de Samaria hasta Judea. Pasó por el monte de Los Olivos y entró a Jerusalén, camino al Gólgotha. Pero ya habían transcurrido tres días y el cuerpo de Jesús había sido llevado a una tumba, custodiada por soldados romanos. Llegó y encontró gran confusión. Los soldados habían abandonado el lugar y la piedra enorme que cubría la entrada de la tumba estaba corrida. Ella entró con su tinaja hasta la tumba vacía y lloró al ver que había llegado tarde. En ese momento sintió una mano sobre su hombro y al volverse comprobó que era Jesús, quien la miraba sonriente y la consoló diciéndole –No llores, querida Samaritana. Por segunda vez atendiste mi llamado y llegas a tiempo para recibir el agua de vida. Serás eternamente la encargada de calmar la sed de los extraviados del camino que invoquen mi nombre. Desde entonces cumple la misión que el Señor le encomendó. Por eso apareció en el desierto y por eso estoy a salvo”.

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